.
El peruano trepó al colectivo; apoyó su espalda contra el asiento del conductor y afirmó sus largas piernas entreabiertas en el piso para mantener el equilibrio. Abrió su caja de golosinas de a tres por un peso y semblanteando de un solo vistazo a los pasajeros supo que iba a fracasar.
El peruano trepó al colectivo; apoyó su espalda contra el asiento del conductor y afirmó sus largas piernas entreabiertas en el piso para mantener el equilibrio. Abrió su caja de golosinas de a tres por un peso y semblanteando de un solo vistazo a los pasajeros supo que iba a fracasar.
.
Comenzó su larga perorata sobre las virtudes de la oblea bañada en chocolate y repitió maquinalmente la extraña ceremonia de colocar el producto sobre las piernas de los pasajeros. Regresó del fondo levantando la mercadería; solo una mujer de mediana edad aceptó comprar sus golosinas entregándole el peso con cara de “ yo te compro porque se lo que pasa en este país” .
Comenzó su larga perorata sobre las virtudes de la oblea bañada en chocolate y repitió maquinalmente la extraña ceremonia de colocar el producto sobre las piernas de los pasajeros. Regresó del fondo levantando la mercadería; solo una mujer de mediana edad aceptó comprar sus golosinas entregándole el peso con cara de “ yo te compro porque se lo que pasa en este país” .
.
Descendió en Paseo Colón ; el gesto adusto, los dientes apretados, la mirada impenetrable. Dirigió sus pasos hacia el quiosco tan temido ; sin saludar tomó del fondo de la caja varias de sus golosinas y se las entregó al dueño. Este con cara tenebrosa le preguntó cuanto había, el peruano sin respirar le contestó relajando los dientes “quince”. El otro lo miró con sorna y murmuró perversamente “Me parece que vos te estas pasando, el zambo me dice que hace tres semanas que me manda veinte sobres”.
.
El peruano tomó presuroso el dinero y se retiró con las piernas tan tensas que tuvo que hacer un esfuerzo para alinear un pie detrás del otro.
Caminó tres cuadras temblando, mirando hacia los costados, hacia atrás con el miedo entre los huesos y un escalofrío en el alma...
Descendió en Paseo Colón ; el gesto adusto, los dientes apretados, la mirada impenetrable. Dirigió sus pasos hacia el quiosco tan temido ; sin saludar tomó del fondo de la caja varias de sus golosinas y se las entregó al dueño. Este con cara tenebrosa le preguntó cuanto había, el peruano sin respirar le contestó relajando los dientes “quince”. El otro lo miró con sorna y murmuró perversamente “Me parece que vos te estas pasando, el zambo me dice que hace tres semanas que me manda veinte sobres”.
.
El peruano tomó presuroso el dinero y se retiró con las piernas tan tensas que tuvo que hacer un esfuerzo para alinear un pie detrás del otro.
Caminó tres cuadras temblando, mirando hacia los costados, hacia atrás con el miedo entre los huesos y un escalofrío en el alma...
.
El primer tiro se le incrustó entre las vértebras los dos que siguieron en los pulmones. Cayó boca abajo, oliendo la tierra, ahogándose en su propia sangre. Su perfil de moneda incaica se fue incrustando en la vereda. Lentamente lo fue rodeando una aureola púrpura que parecía querer justificar el caos de su inexistencia.
..
Celestina Di Biasi.-
El primer tiro se le incrustó entre las vértebras los dos que siguieron en los pulmones. Cayó boca abajo, oliendo la tierra, ahogándose en su propia sangre. Su perfil de moneda incaica se fue incrustando en la vereda. Lentamente lo fue rodeando una aureola púrpura que parecía querer justificar el caos de su inexistencia.
..
Celestina Di Biasi.-
.
================================================
================================================
