.

.

martes, 16 de agosto de 2011

EL AJUSTE – Cuento breve de Ricardo Rubio.

.
Atravesé el portón que da a Bermúdez a las diez y media. Era un preso sin prisa que regresaba de la libertad de la cárcel al brete de la libertad. Me sentía comido por la reja; veinte años por un crimen ajeno era algo más que un malestar pasajero. El verdadero culpable andaba tranquilo, y esa tranquilidad me la debía. Lástima que había prosperado tanto en el escalafón político, cazarlo se hacía duro. Pero en la historia de los hombres siempre asoma una sombra que desnuda la debilidad, y esa flaqueza se llamaba Fiona que tenía marido, perro y una escandalosa lista de compras semanales en Palermo.
.
La esperé en la galería un viernes a las tres de la tarde. Cuando entró a las cocheras, le apoyé el filo en el pescuezo y de checo la hice subir a su cuatro por cuatro. Luego, conduje hasta Goyena, en Caballito; atravesamos el portón, la desaté y desactivó la alarma. Con el marido de viaje, se obligaba la visita del que me la debía.
.
Me armé un corchito y esperé tranquilo recorriendo de reojo a la fulana, menos por seguridad que por placer. Me pareció de coser y bordar. Ahí nomás le batí cantina y transó enseguida. Después del recreo, la seguí venteando como para memorizar sus detalles: la hendidura a lo largo de su columna vertebral, el bailoteo de sus ojos en los primeros roces, el modo de arquearse en los últimos…
.
Estaba en eso cuando apareció el candidato. Ella abrió la puerta y lo hizo pasar. Al tipo la sonrisa le duró hasta el borde de la alfombra. No había cambiado mucho, una que otra cola de rata, alguno que otro gramo aquí o allá, pero nada más; era una conserva en ocio y palabrerío. Estuvo sosegado hasta reconocerme, recién ahí empezó a disculparse como si veinte años en gayola hubieran sido veinte minutos, y ensayó varias sonrisas llenas de dientes con gestos hipócritas, propios en su actividad.
.
Cuando sacó el revólver, le clavé la punta en la muñeca y se dio cuenta de lo que iba a pasarle. Imploró por sus hijos, por su vieja, por la causa. Precisamente, por la causa le atravesé el corazón ni bien salió de la alfombra. Más tarde, lo tiré al Riachuelo para que se sintiera cómodo con su nuevo estado civil y dejé la cuatro por cuatro en Parque Chacabuco, donde el marido de Fiona me dijo que la dejara.
.
.
Ilustración: Ruben Pergament.
.
==============================================================