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lunes, 11 de noviembre de 2013

Sobre historia de las bandas militares.

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La primera mención de una música efectiva en las batallas se remite a la de Jericó, cuando los Hebreos, en su éxodo por el desierto, llevaban trompetas a cuyos toques se reunían las 12 tribus para los actos comunes, de culto o para deliberación de los jefes. Esas mismas trompetas fueron utilizadas como destructora arma contra la Bíblica Jericó.

    Recuérdese, que sucesivamente sitiada por los Israelitas, la ciudad se rindió después que sus murallas fueron milagrosamente derribadas por 7 sacerdotes que ejecutaban sus trompetas, y según dicen también, por el griterío del resto de los sitiadores.



   –El número 7 se repite mucho en esta historia, porque no solo eran 7 los sacerdotes, sino que fueron 7 las vueltas que dieron alrededor de Jericó, y a la 7ma. las murallas cedieron. También cuentan que la ciudad fue reconstruida 500 años después, ya en una época mucho más cercana a nosotros, en el siglo IX a. de J.C. durante el mandato del rey Akkad.



    Los Griegos clásicos también utilizaban instrumentos de viento y percusión durante las  guerras. En la batalla de Maratón (490 a. de J.C.), -en la que aquel soldado corrió 42 km. para decir que habían ganado batalla a los Persas-, durante la lucha advirtieron los griegos que se avecinaba la victoria, porque dejaron de sonar los “cornos persas”. Estos sonaron durante toda la contienda  hasta que dejaron de oírse, porque únicamente muertos sus ejecutantes dejaban de hacerlo. Así conjeturaron los griegos que su triunfo ya estaba cerca. Además, más que provocar el entusiasmo persa, el sonido de estos cornos irritaban aún más a los griegos, que con tal de no oírlos eran capaces de gestos del mayor heroísmo.



    Alejandro Magno debe de haber sido el primero en establecer códigos de señales con la música, antecedentes remotos de los actuales toques reglamentarios de corneta para comunicar órdenes (silencio, ataque, retirada, diana, etc.)

    En   la  conquista  del  Asia  las  cornetas   griegas también hacían distintos toques, según se necesitara avanzar, retroceder... No conocemos nosotros el código de Alejandro pero, habría un toque para cada acción. Pero al parecer a Alejandro no le gustaban las músicas tristes y tampoco le gustaban los ejecutantes que no tocaban sus ordenes en la batalla con suficiente convicción, pero incluso cuando encontraba un buen músico parece que Alejandro se deprimía mucho y a veces hasta se ponía furioso cuando alguno tocaba demasiado bien; parece que la música le hacía demasiado efecto y hasta le daba por pelear, pero bueno, no sabemos si es cierto esto, o no.



     Otro famoso hombre de armas decía que, la Música Militar era solo “un ruido”, quizás el menos desagradable, pero un ruido al fin.



    Napoleón redujo toda la expresión musical de sus tropas solamente a los tambores.



    Las legiones Romanas contaban durante su con-quista de la Galia con grupos de soldados músicos que precedían en el avance a las tropas, gente que debía ser muy valiente para ello. Portaban trompas arrolladas en el hombro que llamaban “corum e buccina”.  Pero, aquellos romanos quedaron  muy asombrados con algo que vieron en Hispania;  encontraron tropas que los enfrentaban,  -aún siendo superadas en número-, una y mil veces,  y este enemigo parece que obtenían mucho valor de unos tambores que habrían sido hechos con la piel de jefes muertos en combates, y que de este modo excitaban con su sonido la furia y el deseo de venganza en los soldados.

     En el siglo XI algo parecido sucedió: Se produjo en España la invasión de los Almorávides al mando de Yusuf  –los almorávides venían de las regiones desérticas del Atlas Mangreví y propugnaban un estado teocrático basado en el Corán, pero estaban en contra incluso de los Musulmanes que vivían en España, de manera que primero se cargaron a los musulmanes de España y después la emprendieron contra los cristianos, y parece que no había forma de vencerlos, porque hacían sonar unos tambores hechos con piel de hipopótamo que sonaban muy fuerte, entonces los enemigos, ante estos estruendos generalmente, se desbandaban víctimas del terror. 



     Acerca del terror provocado por el estruendo, dígase de las primeras experiencias militares con pólvora, más que causar estrago por los soldados muertos con las piedras o con las balas arrojadas por la pólvora, causaban desbandadas en virtud del miedo que les infundía a los enemigos el ruido –o sea que la pólvora era en principio mucho más eficaz por el ruido que por las balas que lanzaba- En este caso, en el de los almorávides, parece que estos tambores –que eran muchísimos por otra parte-  hechos con piel de hipopótamo, sonaban tan  fuerte que todos huían despavoridos.



     El caso es que, finalmente un ejército cristiano fue capaz de no aturdirse por aquel terrible sonido que metía tanto miedo, y este ejército fue casualmente el de Rodrigo Díaz de Vivar, nada menos que “El Cid”.



     A la vez que la música instrumental se fue desarrollando en los ejércitos de la antigüedad, también empezó a crecer el género de los himnos, que tiene un innegable parentesco con la música militar, porque se propone despertar este sentimiento patriótico y guerrero del que hablábamos al principio. Ejemplos antiquísimos aparecen en la India con el Himno de Brama, compuesto 2000 años a. de J.C. El Himno del Nilo, utilizado por los ejércitos egipcios, especialmente luchando contra los Hititas. Los himnos Davídicos entonados por el pueblo Hebreo en los años de esplendor  del  rey  David  y  Salomón;   Después  los cantares de gestas medievales, que acompañaban a las tropas de aquella época que fueron quizás el paso previo a los Himnos Nacionales que luego aparecieron.

    En el siglo XVIII aparecen ya algunos Himnos Nacionales, casi todos surgidos de ambientes beligerantes. El caso más célebre es el de la Marsellesa creado en 1792 por Rouget de Lisle,  oficial  de ingenieros,  durante la marcha sobre París de los revolucionarios.  Lisle comenzó a entonarla de modo tan ferviente, que su melodía  resultó contagiosa  que pronto la cantó todo el pueblo.



    En ese mismo siglo XVIII, algunos grandes compositores de música sinfónica crearon también obras de estilo militar, que enseguida fueron adoptadas por las bandas de los ejércitos (Haydn, Mozart) que compusieron cientos de marchas. Las de Haydn incluso inspiraron a los Himnos de Rusia y de Austria.



    La lucha por la Unidad Italiana también contó con un aliado musical impresionante, Giuseppe Verdi; recordándose que los  italianos pintaban  las paredes con el nombre de Verdi,  y  con  el  cual  significaban  la frase  “Viva El Rey De Italia”,  en referencia a Víctor Manuel de Saboya.

     Verdi compuso para algunas de sus óperas, música de raíz militar que rápidamente fue utilizada por los soldados. Sucedió con la Marcha Triunfal de Aída, o con el Coro de los Esclavos del Nabucco que no es otro que el “Va pensiero”, que era por otra parte la música preferida de los Italiani Unitti y se la cantaban con odio a los invasores austríacos que dominaban una porción del norte de Italia, como parte del Imperio Austrohúngaro.

- Fuente:  De una inolvidable noche (01-02-2000.) de un programa radial del negro Dolina.

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