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lunes, 11 de noviembre de 2013

De la historia de la vestimenta gaucha

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El calzoncillo cribado

- En  el  sur  de  la  América meridional, el "calzoncillo cribado"   constituía  parte  del  atuendo  típico  de  los gauchos   del  siglo  XIX,   moda  que  deviene  de  una herencia provinciana española.


- Eran en definitiva, unas bragas criollas bien ornamentadas  y  que  constituían una prenda de orgulloso lucimiento  para  el  gaucho ya que, un poco más o menos largas, eran siempre visibles sobresaliendo por debajo del "chiripá",   especie de lienzo que se pasaba por entre las piernas  y  encima de las bragas y que se sostenía en la cintura con una faja o cinturón.



- Hoy en día,  en  España y en algunos otros países de habla hispana, el término "bragas" es usado solamente para  denominar  a  una  prenda  interior  usada por las mujeres y los niños pequeños,  pero de antiguo,  la palabra "bragas"  venía  a  definir una prenda íntima masculina,  que  de  allí  deriva aquello de "un hombre bien bragado", para indicarlo corajudo, en clara referencia a lo que las  bragas  cubren  y  aun en la actualidad en el persistente  derivado  "bragueta",  aplicado a una parte de los pantalones masculinos.

- Lo  cierto  es  que  nuestro gaucho usaba este tipo de bragas desde  el  siglo  XVIII,   primero  por debajo  del "calzón" típico español o  pantalón sastreado, reemplazado en los albores de la independencia por el chiripá, y que vino a denominarse  "calzoncillo", que bien podía ser sencillito tanto como "cribado" según la jerarquía y posición del portador.

- Confeccionados en hilo de algodón hilado a mano, de fabricación criolla,  tejido  en los obrajes de la zona litoraleña, "pohobi",  en Tucumán,  Mendoza e incluso tela traída de Quito y Cochabamba,  o  de lino, de la cintura hacia  abajo  su  largo  fue  variable  según las épocas, bien  hasta  la  pantorrilla  o cubriendo los tobillos (siglo XIX),  con  o  sin  calados  o  cribos y  con flecos en los bajos.

- Pero lo distintivo del  "calzoncillo cribado"  era,  precisamente,  el  trabajo  de bordadura ornamental, trabajo que respondía a una tradición de artesanías femeninas de la península y  que  era en un todo similar al que se realizaba en camisas (de varón y de mujer), en la ropa  blanca  de  la  casa,   en sábanas y toallas.

- Pero era en la cuestión del ornato en donde estribaba lo sustancial del asunto pues,  de acuerdo con su complejidad,  se marcaban las diferencias.  A  unos  diez  o doce  centímetros  por  debajo del borde del calzoncillo aparecía una franja,  que  solía  ser  también  de ancho variable,  en  la  que se desplegaba el lujo sea con bordaduras o "cribos", flecos y "vainillas" de distinto ancho y con trabajos diversos.  Y así nos lo consigna Auguste de   Saint-Hilaire,   en  Voyage  à  Rio  Grande  do  Sul  (1816- 22, Orleans,  1887)   cuando  dice:  "Tienen  anchos pantalones  (calzoncillos)  de una tela de algodón casero  y  el  extremo  de  cada  pierna  se termina con cribos o puntillas, por encima de cuyos deshilados hay, muchas veces, un trabajo de bordado".

- Con el nombre  general  de "cribos" se distinguen dos adornos diferentes, a saber: el "cribado"  o calado,  trabajado  sobre  la  misma tela y también llamado "añasgado" o "añejado".  Estos  son  dibujos  realizados  con aguja  directamente  deshilando la tela y las "puntillas", como ser bolillos y randas de  punta,  que  se  trabajan aparte de la tela.  La randa es una malla de ojo rectangular con dibujos geométricos superpuestos.  El  tercer tipo de adorno es el fleco.

- Por lo general no se  usaban  más  de  dos hileras de "cribos" como máximo y,  entre ellas,  se realizaban los bordados y vainillados artesanales con diferentes motivos,  desde flores pequeñas y discretas,  hasta inscripciones,  como en la época de  Rosas con consignas tales como "Viva el Restaurador", o bien con las iniciales de  su  dueño,  cosa  de impedir toda sospecha de que prenda tan preciada fuera producto de robo.

- El calzoncillo  cribado  contaba  también,  por delante y  arriba,  con  una pretina con tres o cuatro botones y, por detrás,  con  una doble presilla,  para regular el ancho de la cintura. Otra presilla,  en el centro y borde inferior de  la  camisa,  permitía la unión de  ésta  con  el calzoncillo, debajo  del  cual  se metían los faldones de la camisa.

- Raras veces,  y sólo por necesidad,  sea para realizar ciertas faenas o sea para preservar la prenda de la suciedad, se  metía  la parte inferior del calzoncillo dentro de la bota de potro,  estirando bien hacia arriba la caña del calzado.

- Muy  en  boga  hasta el último cuarto del siglo XIX,  el calzoncillo cribado  era  uno de los lujos que el gaucho podía darse  y cuanto más calada y compleja la bordadura, mayor era su orgullo de ostentarlo, pero esta moda, por ser artículo costoso en virtud de lo que la encarecía el bordado artesanal, a poco se fue extinguiendo: el chiripá se alarga, cosa de  tapar la mengua de ornamentos y finalmente, los predecibles cambios a los que obligó el progreso,  terminaron  por destronar al chiripá y  al  calzoncillo  cribado  a  favor  de  la  bombacha de campo.

Fuente: Silvia Long-Ohni - LA NACION.


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