Dedicado a mi hijo Juan
.
La vida gira como torbellino, se escurre en su anillo interminable o estaciona en la postura que consiga embelesar sus vueltas… sucumbe ante lo penoso que existe y se cautiva cuando eso mismo se convierte en confianza para el espíritu.
Floreciste en el canapé de mi vientre y poblaste de ilusiones mis recónditas entrañas.
Naciste…De primores enfundaste nuestras paredes, plantado en un cauce de sobreprotección desmedida.
Y ahora pretenden confundirme.
Aunque amargos fueron los padecimientos sufridos por nuestros asiduos desencuentros, tu senda se transformó como la noche transforma el contorno de su oscuridad en orlas de amaneceres escarlata.
Creciste… Batiste tus picardías en manos perfiladas para sostenerme… en esta casi vejez que agobia mi espalda y desgasta con canas la fluidez de mis corduras. Mientras peiné mi canicie y delataste en tu dorso la hostilidad de un tatuaje, llegaste a ser el infaltable… disfrazado de apatía, ceñido en una órbita de silencios dilatados.
Enlazas un enojo mentiroso con tu risa sosegada. Traspasas la puerta con ese brillo sorprendente en tus ojos color lluvia, cincelados para desatar tu enmudecida tormenta de emociones
Hoy sustentas de entusiasmo la angostura de mis días.
¡Nadie piense en confrontarte belicoso, imitar el tenor de tus sentimientos o el alborozo que perfuma mi vida cual fragantes jazmines de un vergel perfumando las raíces de un sereno césped!
Gran estratega, aprisionas en tus venas una fuerza especial mezcla de argucia y encanto.
Con un gruñido en la boca y tus ojos temerosos, eres el que está siempre… desenvainando un galanteo como murmullo indescifrable y un te quiero en el abrazo en el momento más propicio.
Tú acaricias mi mejilla al partir, al llegar, al hallar mi cabeza reclinada en la almohada, vacía de sueños pero llena de recuerdos…casi sin rozarme, con un grito de júbilo en tu mirada bondadosa.
Confieres al aire un intercambio de artes entre mi urgencia por oírte y tu ausencia de voces… inventando un discurso embaucador, un sermón entre dientes o un regaño cortés.
Por esto, hijo mío… todo esto… el mundo debe saber que me das lo más valioso, lo que me mantiene viva, hijo mío, erguida y satisfecha.
¡Convéncete! ¡Comete imprudencia quien quiera desafiarte!
.
EIFEL.