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¡Una noche… en “La Salamanca”!
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“Con la diabla en las ancas Mandinga
llegó,
azufrando la noche lunar,
desmontó del caballo y el baile empezó,
con la cola marcando el compás…!”
-Como
pequeños gnomos del viejo mundo, pero negritos, los habitantes de la Salamanca,
reciben en oscura ceremonia en la profundidad de su cueva, consagrada al culto
del diablo, a aquellos que quieren asistir a sus sesiones y adquirir la
sabiduría que allí existe.
Dícese que
para trasponer la entrada, es preciso, por sobre todas las cosas, renegar de
Dios y de Cristo.
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Y es que la Salamanca está poblada por seres fantásticos, alimañas repulsivas
que se ciernen sobre el cuerpo del aspirante a salamanquero.
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Por lo común, una música alegre atrae a quienes pasan por sus proximidades.
La
superstición llegó a nosotros con los españoles: (se cuenta que el marqués de Santillana se
había hecho en una Salamanca un consumado mágico). Comunes son las Salamancas
con el Uruguay, el sur de Brasil y otros países de América.
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Sabemos de
Salamanca de renombre en nuestro territorio argentino, como en Santiago del
Estero (Tusca Pozo, Figueroa, El río verde de Mayú Punta, El Pirucho, Sauce Espina
y Lorenzo Pajada); En Tucumán (La isla, en el departamento de Tafí).
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Villafuerte
nos cuenta sobre las Salamancas catamarqueñas:
-Dice que, los pobladores de Mutquín –Catamarca- del departamento de Pomán,
refieren que en la zona norte, en la juntura de dos arroyos existe ó existía
una Salamanca, describiéndola como un hueco profundo, con una estrecha puerta
de entrada y solo desnudo podía allí ingresar. Un cuervo negro era el guía del
visitante quien, de hecho, debía renegar de Dios y escupir un crucifijo que
colgaba de la puerta. A pocos pasos, una enorme serpiente se le enroscaba desde
los pies hasta la cabeza y si el candidato no había renunciado a Dios, lo
mataba en el acto; pero si lo había hecho, mansamente se desenvolvía y alejaba
(¿Podríamos decir que era como el antecesor de las barras-scaner que hoy
conocemos en supermercados y aeropuertos?)
Entonces, el
aprendiz de brujo penetraba al recinto donde hombres y mujeres, desconocidos
para él, bailaban al compás de una música deliciosa…
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“Un rococó de la isla cantaba su amor
a una sapa vestida de azul.
Carboncillo bailaba luciendo la flor
que a los ciegos devuelve la luz…!”.
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… nunca nadie
ha podido descubrir nada porque, decían, que cuando se acercaban atraídos por
una música lejana, y próximos a llegar, un bullicio infernal los alejaba; pero
sin embargo la describen en esa forma.
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Para algunos
pobladores de Cordobita, departamento de Tinogasta, las brujas existen y su
aprendizaje lo hacen en la Salamanca, después de duras pruebas: Montan un
chivo, se trepan en un árbol movedizo, luego una serpiente enorme se les
enrosca suavemente en todo el cuerpo.
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En Belén,
detrás de un pequeño cerro, al oeste de la población, una simple cueva se abre
en la tierra y que adentro se ensancha en una amplia sala, en ella una orquesta
ameniza la danza de las brujas que concurren allí para recibir las órdenes del
diablo.
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En la
Salamanca de los Robledos –también de Tinogasta- cuentan que al pie del cerro
existe una Salamanca, en cuyo interior hay un pozo lleno de agua, elevándose en
su centro un álamo flexible que se inclina para todos lados. A su alrededor,
sobre un borde alto, se sientan los que quieren ingresar al círculo del diablo.
Un poco más allá, sobre una piedra lisa, aparece “el malo”, y desde allí les
enseña lo que quieren aprender. Luego el álamo se encorva hacia la primera del
círculo, que se halla completamente desnuda y le levanta la cabeza, separándosela
del cuerpo. Con todas hace lo mismo. Una vez reunidas, les enseña garrote en
mano y la que no aprende lo hace a fuerza de palos y también nadan las aguas
del pozo. Luego, cada cabeza vuelve a su respectivo cuerpo, alejándose para
volver el día que el diablo les señale.
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Y cuéntase
también que, quienes se convierten en salamanqueros, ya nunca más pueden vivir
sin ella, porque entre brujas, demonios y diablos, la música los hechiza y los
atrapa, indefinidamente, para bailar… y bailar… y bailar…
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“Socavón donde el alba muere al salir,
Salamanca del cerro natal;
Y en las noches de luna se puede sentir
a Mandinga y los diablos cantar…
Y en las noches de luna se puede sentir
a Mandinga y los diablos cantar…!!!”
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-Fantástico relato de quien nunca
estuvo en una Salamanca, basado en mitos y leyendas argentinas que rescatara el
folklorólogo, Prof. Don Félix Coluccio (n.23/08/1911 – f. 04/08/2005).
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