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martes, 10 de mayo de 2011

QUIRÓFANO - Cuento breve, Celestina Di Biasi.

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Primero fue el largo pasillo hacia el quirófano, luego el recinto cuadrado, frío extremadamente frío, las luces restallantes castigaban tus ojos hasta la ceguera, después las voces distantes que se alejaban cada vez mas y ese sueño artificial te atrapo tres o cuatro horas al cual puso fin la voz de tu cirujano, para sumergirte en la agonía de tu pos operatorio.
Un tiempo en esa cárcel aséptica y blindada y el resto en tu casa y la enorme intriga de lo que había debajo de esas vendas.
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Las primeras curaciones te horrorizaron, pero vos seguías confiando en ese semidiós, que te decía, dentro de tres meses ni usted se va a reconocer. Y lloraste con tus heridas y te encerraste en tu habitación, en tu desvarío y el espejo día a día te devolvía la imagen de una desconocida. Lo odiaste, lo tapaste, lo rompiste, enviaste a comprar otro y lo enfrentaste, pero no eras Noelia, porque tampoco nunca fuiste Noelia, jamás lo aceptaste pero tu madre siempre te llamo Josefina. Noelia se fue perdiendo en el tiempo, tus amigos, tus hijos y el resto de tu gente, te siguen llamando Fina.
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Ahora el espejo no te devuelve ni a Fina ni a Noelia. Los años siempre implacables, te habían cambiado hasta la voz y tu búsqueda incesante de belleza no pudieron cambiarte el rictus amargo de los años idos.
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Renovaste el vestuario, fue peor, la lipo fue éxito pero los rollitos continuaban. El espejo, tu enemigo feroz te devuelve siempre la imagen de esa desconocida. Los quitaste a todos de tu casa. Cerraste las cortinas para no verte reflejada en los vidrios. Dejaste de correr por Palermo, al jardín lo ignoras, no querés que alguno de tus vecinos te vea y seguís buscando a Josefina en los cajones, detrás de las puertas, en los huecos de los muebles.
Dicen tus familiares que la ambulancia llego justo a tiempo, te bajaron del tejado, removías afanosamente sus tejas buscando a Josefina.
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Hoy detrás de las ventanas del Instituto donde te internaron, perfectamente maquillado ese extraño rostro que te dejaron, tus ojos vagan extraviados por las ramas de los árboles, buscando afanosamente entre ellas a la Josefina treintañera, que se perdió para siempre entre los rincones de un quirófano.
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- - - Trescientos años después, un grupo de antropólogos, que investigaban afanosamente, la era de la involución, descubrieron extrañas mutaciones genéticas, en ignotos cementerios parques de la zona norte de un lejano país del hemisferio sur. Los restos conservaban intactos sus glúteos, y sus mamas de un extraño material gelatinoso, indeleble a la acción del tiempo, que misteriosamente invadía toda la cavidad de la calota craneana.

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